Esta historia empieza hace mucho tiempo atrás, cuando un ingeniero minero llega al Perú desde muy lejos (Dinamarca, para ser más precisos) a trabajar en una de las tantas minas del corazón del Perú.
Tarda poco tiempo en enamorarse de esta hermosa tierra y también de una mujer, Victoria, quien le da varios hijos, entre ellos el último y único varón, Rodolfo, llamado así en honor a su padre (Rudolph).
Rodolfo crece en medio de Lima, en el clásico barrio del Rímac, y a veces en medio de minas también. Ve poco a su padre, pero absorbe de él todo su carácter, su espíritu de aventura y sus ganas de trabajar. Lamentablemente el destino se lo quita muy temprano y lo lanza en su temprana adolescencia, al mundo laboral, para poder solventar los gastos su familia.
Con muy pocos estudios, pero con un afán increíble por aprender empieza a trabajar en oficios menores, hasta que se afianza en el oficio de joyero grabador. De esa época data el altar de san judas Tadeo, que el trabajo con mucho orgullo, y que hoy, se luce en una de las iglesias más importantes de Lima, la iglesia de San Francisco.
Dedicado a esta tarea, en la cual destacaba, su mente estaba ocupada en idear otros proyectos. Pero siempre atraído por otros metales, no los de las joyas y adornos, sino por los más fuertes y más útiles.
Así, con la perseverancia y tenacidad que solo algunos poseen empieza a dar forma a sus sueños. Su paciencia inagotable, y su deseo de realizar algo que trascendiera, jugaron siempre a favor de él, además de su avidez por la lectura, y una sed de aprendizaje inagotable.
Los libros y revistas extranjeras, empiezan a abrir una mente que había nacido para eso: Crear.
Rodolfo empieza a desarrollar sus primeros proyectos, con un metal que sería su socio y compañero hasta el día de hoy: el cobre. Bornes para baterías fue su primer acercamiento al noble metal de origen peruano, en una atracción que hace clara alusión al ancestro minero. Luego otros proyectos, boquillas para primus, tapones para autos y otros más, algunos no muy exitosos. Pero siempre con la idea de hacer algún producto de primera necesidad en metalmecánica, que saliera de sus manos.
Un buen día nació en él, la idea de hacer llaves. Grandes fueron las trabas para llevar a buen puerto esta empresa. Pocos creyeron en ella. Hoy, nos vemos frente a una realidad que salió de las manos de un hombre con mucho ingenio y más fe, y ahora tiene un nombre y un prestigio ganado, no solo en nuestro país, sino en Latinoamérica.
¿Qué más podemos decir de él? Que su buen humor, su sentido de la justicia y el respeto por las personas, son valores importantísimos en su vida, Que la familia es su mayor tesoro, y que nada en este mundo vale más que eso.
¿Frente a una persona así, que se puede sentir?: Admiración y afecto, y una gratitud inmensa a un hombre de metal, si, con la pureza del oro, la belleza de la plata, la nobleza del cobre, la fortaleza del fierro.